Aceite de oliva arbequina
Castillo de Canena nos sorprende año tras año. Podríamos decir que el arbequina con plancton es un aceite marino. Un aceite de oliva que sabe a mar, fruto de la fusión entre la tierra y el océano.
De aspecto intenso y brillante con plancton en suspensión, tiene máxima expresividad en nariz y boca a mar, y notas verdes y frutales que intensifican positivamente el verde alga, el yodo y la intensidad del crustáceo. Es muy fresco y elegante, con un amargo suave y picante equilibrado, que desaparece con rapidez. La sensación en boca es dulce en equilibrio con los recuerdos salados del mar.
«Es un aceite de aspecto intenso y brillante con plancton en suspensión, tiene máxima expresividad en nariz y boca a mar.»
Es un aceite 100% natural y vegano, ya que el plancton es de origen vegetal. Ángel León, el prestigioso chef gaditano tres estrellas Michelin, ha participado en la elaboración de este aceite único: “Arbequina Plancton”.
Paco Vañó
Copropietario de Castillo de Canena nos cuenta qué le transmite su propio aceite:
El Arbequina con plancton es un aceite único inspirado en el mar, en el propio plancton y en su formas mágicas. Como un chapuzón de sabor y naturalidad, condensando el origen de la vida en una botella. Es un producto único en el mundo, que ofrece ilimitadas posibilidades gastronómicas y culinarias. De intenso aroma y acusado sabor a mar, al que se une el verde y frutado del zumo de aceituna fresca. El Arbequina con Plancton es ideal para acompañar arroces y mariscos, pescados a la brasa, pasta, pulpo, tartares de pescado, parrilladas de pescado y ceviches. También es un aceite muy recomendado para elaborar mayonesas y vinagretas. Cuando hace 15 años, mi hermana Rosa y yo comenzamos el proyecto “Castillo de Canena”, lo hicimos sobre los sólidos cimientos que nos habían legado nuestros padres y generaciones anteriores de miembros de nuestra familia. Desde el principio tuvimos muy claro que éramos, por encima de todo, agricultores. Estábamos poseídos por un mandato moral que nos obligaba a preservar el campo, mimarlo, cuidarlo, regenerarlo y no olvidar nunca que la base de nuestro patrimonio eran los magníficos olivares de donde obteníamos, año tras año y cosecha tras cosecha, los frutos de los que extraer zumos extraordinarios y AOVEs de la más alta calidad. Habíamos recibido un singular legado pero que, en realidad no nos pertenecía, debíamos dejar a nuestros hijos la herencia de una tierra mucho más rica, más fértil y con más biodiversidad que la que nos había sido cedida por nuestros mayores.